Pr'antes de menstruar


Domingo.

Se alzó de la cama, preparó el desayuno, dejó música inundando el acuario y cerró la puerta tras él. Fran se fue y me dejó dormida manto desnudo de cuerpo, me dejó como tina rebalsando, como tibio líquido esperando sus piernas sumergiéndose, sus brazos flotando, sus dedos cometa de cabellos. No esperó verme despierta y yo no fui, esta vez, la que huyó del buen día, de la mañana obligada de palabras, del fin de lo nocturno poblado de silencio, de la bendita ausencia del verbo.

Cómo contarte esto, Pourcupine, cómo llenarte los oídos del vientre cenit de verano que llevo en la boca.

Cómo

El ser me pesa y afuera no hay nadie aguardándome y yo, yo no espero nada, no espero más de los puentes de las avenidas de las manos desunidas de las personas ni del silbato disparo en la sien del policía.

Estrellar el auto en el próximo cinema
liberar la belleza de las verdaderas estrellas

La soledad del maniquí observado, el maniquí habitante de vitrina, los rasgos simétricos a la medida del traje. Estólida, te han hecho creer y has creído ser bella y qué tienes ahora, la garganta destrozada, el vómito cotidiano de quien se busca temerosa en el espejo, tienes blancas uñas mordidas, al hongo desintegrando materia, la materia y tu cuerpo mutación mutilada, tú, tú tan asustada escondiéndote del sol del sonido de la luz de la bioluminiscencia del animal marino.

Y qué sabe él de los secretos de mis cicatrices.
Fran se halla contemplándome y yo lo deseo así, así tan callado, tan número críptico mente encerrada. Lo deseo meditabundo, absorto, calma irreal de árbol, así cual saludo inconcluso, saludo hirviendo dudas, de sus no sé, de su edad fruto verdoso caído y rodante.

Silbido, esa incapacidad frustrante de pronunciar mi nombre, pero de qué me vale a mí su nombre, Poucupine, si de él lo único que sé, de él, su nombre, su piel tiza lívida y de la parquedad spaventosa que puebla de miradas.



Ausentenimalia


Tuviste hambre y te dormiste
y te olvidaste de las ovejas
del campo y del trigo,
de la avena a fuego lento cociéndose
del por qué ahora la alarma,
este reloj punteagudo clavándose
en la carne onírica,
de los ojos nebulosos llenándome
de infinitas galaxias el pecho,
de mi cuerpo celeste de niña,
de este síndrome que
dibujan las manos sobre la guarida del grillo

Tuviste hambre y te dormiste
y te fuiste caminando
colgado en el paso lento de los faroles
y me susurraste desde el profundo mar
la desnudez de las amebas
el relato acuífero del útero contraído
me hablaste de lo infinito
del capullo vacío de la polilla,
de la muerte de la abeja sobre la palma de la noche adversa

Y acá cayeron las estrellas suicidándose
soplando el polvo que habita en el rocío
Y acá cayeron...
primera noche segundo día
la madrugada entera pesante,
un tercer impacto,
un impactado cuadro incandescente
de cometas encendidos


(aún no despierto)



nonsenso

Estoy húmeda y el mundo sueña

Descalza, frialdad loza y nervio. Y evoco la naturaleza de tu espalda, la curva de la columna mirando el mundo al revés, la longitud de los dedos sobre el teclado. Hoy la noche y cada estrella sobre cada palabra.

La radio,
la emisora jamás oída
el cartílago aún no besado
02.05

Hoy eres adulto, Pourcupine, y yo, yo no puedo dejar de reírme.


Constat-ne tibi?


A ti,
Todo lo que hoy llamamos cultura, educación, civilización,
tendrá que comparecer un día ante el juez infalible Dionisio

Nietzsche


madrugada, 09 octubre,
repite la mente

Lonche de las 7

Para cuando te vayas
deja las ventanas abiertas,
al viento batiendo cabellos,
que nunca he confiado
en quien encierra la luz vespertina

Cuando has preguntado
dónde va el mar dónde la estrella constante
yo solo he mirado el fondo insondable
de la taza y del café,
el destino fatalmente alegre,
la alegría no destinada del cachorro

He mirado a taita encaneciendo
a taita con la espalda
Atlas doloroso
a la mama resignada de rutina,
a esa extraña capacidad del rebaño
de la muerte oliéndose acariciada

Y no le he abrazado
y solo
me he echado a correr
para sentirme viva
para dormir
bajo la sombra de algún pino

Geografía no táctil


Quería escribirte,
contarte cómo el pez se pierde en el océano,
que acá en pleno afelio la cama es húmeda
y la loma poblada de verde.

Y preguntarte, tú, en mi mismo meridiano,
con el mismo huso horario de estos relojes,
los hoy detenidos en el óxido de mis huesos,
preguntarte,
qué sucede al olvidar los nombres y las fechas,
las que quedaron tras las retinas del tordo.

Describirte
cómo mis dedos continúan arrugándose,
sumergidos en placenta matutina
y anunciarte que el año bisiesto está próximo
y mi vientre aún más páramo, aún más plano.

Acá no se ven las estrellas,
los brillos de un cuerpo quizás ahora muerto,
mas aún siento al león sobre el cráneo,
a toda la jungla iracunda y temosa en cautiverio.

Aún no sé cómo borrar los nombres de los labios,
cómo los rostros se soplan hacia los trópicos
como tú, Cáncer, apareándose con los peces.

Y escribirte
y contarte que la casa es muy grande
y largas las piernas de mi pasadizo.
Allí, donde repta la serpiente
y cambia de piel cada tanto.

(from now onwards)


Era una mañana, una naranja partida, una mujer partiendo la naranja.

La avenida enturbiada de gente, la mujer y las manchas blancas en los cabellos

la alegre melancolía de guepardo lamiendo el horizonte

el saltito de una niña que abrió la jaula

y aquí desde la ventana, la humedad azulada

el hálito gélido en los dedos

la flor de loto abriéndome la piernas.


Martes 26


Hoy te pido que me pongas los zapatos
que estoy echada en cama
acumulando una espalda enferma
que hoy no, hoy no puedo levantarme.

La sequedad del cabello
estas miradas perdidas
estos rincones de ropa sucia
gritándome
alzarse al sol
alzarme y correr
abismo hondo impenetrable.

Estoy acá
con la cara mancha desesperada
con cada gota de café descargándose
y arrastro los pies
me arrastro
animal temeroso del olvido
animal de aurora a quien la noche golpeó.


Inspirando



Pequeño ser, abre las manos y échate a volar

Resquicio

Ciudad formándose ladera de río.
Todos los ríos murmuran,
crujido de nostalgia rojiza.
Y una mano cegando al sonido
una bocina llena de lamento.

Qué te han dicho los ríos, melena aleonada
Ya no oyes al silencio púrpura de cielo

ya no habitan alondras debajo de tus alas.

Aún soy algo perro cruzando el puente de mañana

Pianto e Fazzoletto


Los pies de barro llenos

toda inundada de nocturno manto carmesí

llena de fango doy pasos

minúscula piedra dentro del zapato

piedrecita hablándole al pie amoratado

hablándole a un rostro pueblo de ojeras


Y en esta ciudad podredumbre de tránsito

soy un puerperio patológico

los patos no nadan lógicamente

qua mi trovo qua t’ho detto

trovami qua pianto di fazzoletto

yo no sé nadar y poco sé de nada

he aquí la hecatombe de los sueños

la razón de haber olvidado el color de tu nombre

café cargado de herrumbre

materia olvidada adherida en drenaje


Miedo disuelto en las retinas

soy una gota de lluvia ahogada en las manos

te das un golpe en el pecho puño enrojecido

no me digas hay que fumarnos la vida

que se ha esfumado el compás violáceo de tus latidos


Escribo para olvidar que aún respiro

que aún no encuentro la madriguera de mi secoya

Estoy seca y afuera llueve



Garúa




Lárguense,
cierren las puertas y ventanas,
corran las cortinas, váyanse lejos.

Déjenme acurrucada, manta rosácea vientre de madre.
No me abran los ojos a las 4 del alba
cuando ni aún los gallinazos de la azotea descubren las oscuridad de sus alas.
No me interrumpan el sueño, no me desayunen rutina.
Tantas miradas posadas sobre la cabeza
y la mente viajando tan lejana de ustedes, tan abstraída y succionada.

Tanto de nada.
Aléjense, grises carentes de fábula,
piérdanse en los senderos no recorridos,
miren el charquito de agua donde está el mundo escondido.
Dónde se ha metido el gato,
en qué calle deambulan las ramas de mi árbol,
dónde has caído de bruces y obsérvenme, toda boca luna menguante de sangre.

Desnuda, una cama,
un cuerpo extraño a mi lado,
un cuerpo,
un pedazo de carne, una lengua desconocida.
Asustadamente desnuda, asqueadamente desnuda.

Ciérrenme los ojos, arrullada susurrándome al oído,
tu nombre, tu voz medio ida medio atesorada.
Bájenme los párpados.

Todos los brazos del mundo meciéndome, cría de leopardo enjaulada.

7,5


Me crecen los cabellos, ya no son serpientes, son raíces. Y los árboles de este lugar son insondablemente mustios, como yo ignorando todos los ojos de las avenidas, a todos aquellos muertos que me han arrancado la magia, que se han tragado mis alas y han dejado esto que se suele llamar persona.

Ya no amo por eso ves allí el hueco de mi estómago. Los moretones en los flancos, en las caderas de tanto tirar el dardo sin darme en el lóbulo occipital, mi enredadera mental cada vez más anegada de farmacia. Y me río tanto a ver si la desgracia se aleja, a ver si de tanto reírme me vienes a la mente y meto la mano al hoyo mío y saco las cartas, las fotos, tus cabellos, la música de la casa, el rastro de acordes que dejaste, las últimas jeringas usadas, la jungla de mis órganos y hasta tu pasaporte mirada de leoncillo perdido.

Respiro, oculto el hueco debajo de la ropa, tengo miedo de que el corazón se precipite. No se vaya a ir de gira dejándome hecha jirones, y vaya, ya te imaginarías. Y me voy, estoy ciega y no me explico esta cantidad de agua, se me escurre entre los dedos, estoy soñando uno dos tres, estoy exhalando tres dos uno, ya no vuelan, pero aún tengo pájaros en la cabeza.

Necesito aire y ardo.


Despojo




Necesito escribirte
Aquella necesidad
sombra redonda de sol
de todo aquello que restó de tus pasos
de los ojos de tus pájaros
sobre mis hombros

En el fondo de mi vaso
todo lo que muere
la huella dolorosa de rutina
y esta ciega flor brotando

Pero cómo decirle:
Basta, pequeña, porqué brotar
con la saliva tan lejana

Y heme aquí,
escribiéndote
cuando el hoy se me muere
sobre los párpados

con el kilometraje arrastrándome el deseo
con el deseo de enésimos kilómetros
de tantos números extraños
Y usted, tan bobo,
bobamente rosso bello



Vi al elefante hacerse camino a 21 pasos de mí. El elefante y los maníes dejados a mi andar, aquella tierra olfateada, el berrido azulado buscando atardecer.


Y dime

de qué color es hoy tu sonrisa

de qué van las piedras debajo de los pies del mar.


Elefante, acurrucado

en el currucucú.

aún la noche camino de luna.

Aún tan larga.