Carta subliminal por la rejilla de tu puerta

Me convertí en cenizas, antes incienso de preocupaciones, luego, un cúmulo que nadie habría de barrer… ¿por qué? afuera continuaba la dermis íntegra, por dentro sucedía que todo, que cada pequeño órgano, que cada plaqueta de mi sangre, que cada neurona se reducía a cenizas y nieve.

Post
Post
Post
Post


Nostalgia hormonal; a pesar de la propia voluntad de un espéculo vaginal. La llama de las pupilas se apagaron por momentos y toda yo me deshice en una estructura sin motor.


Volaron pájaros de mi cabeza.

La asquerosidad que me produce tener que pagar por vivir fue duplicada por el tener que pagar para expulsar. La frialdad de uno de los co protagonistas de esta trama, de aquel teatro aséptico es, también, especular a la efigie de una fábrica: entrar, salir, mecanización de lo humano, rapidez, efectividad, productividad. Y yo, y ambos fuimos las manos que llenaron los bolsillos al ayo de la baila

El dolor físico es pasajero, sobre llevable, pero el que habita en las entrañas al no ser conocido ni compartido es tener al policía dándote con el garrote en las cavidades internas del ser.

La autoridad se posa sobre mí, cual Adán dominante quien le negó a Lilith observar el atardecer horizontal, mas acentuó el peso en aquellos momentos. Cual criminal huyendo, yo temía el ser descubierta, el ser transparente ante quienes habitan entre los mismos barrotes de esta jaula.

Prejuicios

Moralina religiosa desde la matriz de donde provengo.
Vejación a la inmundicia constitucional desde los espermas que viajaron hacia esa matriz hace 19 años.

Ese millón de cosas que se piensan a solas, murmullos de un mar agitado. Llorar y saber el por qué perfectamente bien.


Vacuidad

Vacío, ausencia del caos que me impulsaba a ser cual Juan Salvador Gaviota, ave que se aleja de la bandada para emprender el vuelo de las alas hacia la fluidez de aquel desconocido camino llamado quimera, inmadurez juvenil pronosticada por la Adultocracia que ya ha de ser curada con el transitar del tiempo: vivir con los sueños y no sólo de comida.

Inmadurez, ausencia de podredumbre en las frutillas que un día jugaron en las aceras e hicieron dibujos coloridos en los exámenes escolares antes que bastos numerales suicidas que indicaban la ilusión del futuro asegurado (en la muerte).

Me niego a crecer,
me niego a crecer, aunque ya la autoridad de los padres y maestros haya sido reemplazada por un código numérico que permite al látigo de la ley ejecutar el castigo si nos alejamos de la fila al matadero, del canon establecido, del ya labrado y llorado camino.