¡Zacatabum Chimchim!



A las carcajadas de Patchie

Narices rojas al desnudo.
Onomatopeyas en expansión sonora.
Dedos inquietos, risas estridentes, bailes chirriantes.

El éxito nos espanta, pantano hediondo donde percatas tu muerte cerebral y somática.

El fracaso nos seduce, nos es apetecible, el fracaso, como dulce para el infante, nos provoca. Las acciones que son catalogadas como “errores” por el tumulto de seres carentes de experiencias sexuales emocionantes y reconfortantes, son, para nosotrxs, diversión sublime, gozo inconmensurable, éxtasis multicolor.

Nos cagamos de risa con las metidas de pata y no sólo metemos los piecitos y piernitas sino que nos zambullimos con cuerpo entero y con la sonrisa de quien nos acompañe. Expresión ilimitada, besos golosos, niñxs salvajes. Nos encandila el ridículo, nos enredamos con él a punta de violáceos cosquilleos, en campos de espectros solares.

Ridículo y Fracaso nos parieron, ni hembras ni machos, sólo narices candentes, pelos alborotados, miradas cómplices y húmedos geniitales. Somos esa lozana y zumbadora confusión. Somos ese desparpajo, ese desorden radiante. Somos resplandeciente explosión caótica: Caos nunca murió, sólo anda en eterna parranda.

Como bonobos gatunos atravesamos el viento, desnudos o en disfraces carnavalescos, zapatos enormes o uñas coloridas sin ser succionadxs por grisáceos asfaltos. Gritamos, chillamos, mordemos, contagiamos, somos virus, anhelamos ser pandemia, genocidio a la rutinaria normalidad.

Como gatos bonobos nuestra existencia se resume a existir jugando. Sí, señores de seriedad descolorida, jugamos para vivir y vivimos para jugar.

Ludopatía tropical, con olor a banana y sabor de limonada azucarada.

Fracasar y del ridículo gozar.


Nívea.


Nívea se ha ido y aún la tengo frente a mi.
Nívea y yo, yo y Nívea comíamos en el chifa, ella comía carne,
a mi me importaba un bledo, solo quería verle sonreír.
Nívea, te amo.

Nívea se columpeaba y a mi me gustaba ver mover sus pequeños pies.

Nívea nadaba, yo solo me lamía delante de ella,
nos tomábamos de las manos y yo fumaba mucho,
necesito volver a fumar,
ando muy ansiosa
aunque suelo tener sexo casual por aquí o por allá.

Pienso en ti, en tus abrigos grandes y coloridos, en tus lentes gruesos,
en tu cabello corto o teñido, pienso en ti,
en lo pequeña que eres y cómo reíamos juntas,
las dos, sobre el pasto,
burlándonos de todo, alucinando, yo prendida, tú sobria,
alucinando cómo las tortugas se aparean frente a San Ignacio.

Nívea, pez, renacuaja despistada.

Nívea de los perros santos, yo de los gatos promiscuos.

Nívea, te amo.

Nívea, fui yo quien se fue, quien no encajaba, fui ya la que huyó,
la que te soltó los dedos entrelazados y perdió tu número telefónico,
la que dejó de contarte de quién se había enamorado ayer
y la que no se acordaba de quién había sido la semana pasada.

Fui yo la que solo te envío un sólo correo electrónico,
la que llora porque te extraña, miniatura hermosa,
la que prometió ir a visitarte mas nunca fue
porque el miedo se orina en ella
y le da pereza existencial.

Nívea, deseo contarte tantas cosas,
tramar cómo divertirnos
y divertirnos cantando en las calles,
arrecostar tu cabeza contra la mía,
dejar que me fume hasta el grass sintético
y volver a abrazarte.

Nívea, nada como pez, nada, nada lejos.

Quizás me encuentres flotando muerta en el agua con cloro
y me puedas saludar después de tanto tiempo.

Hefesta.

Papeles letrados en la letrina de aquellos 15 años.
Las mujeres que he inventado para tí son las que se me han ido de las manos, las que han atravesado mis dedos y se han podrido en mi pecho. Todas ellas, antipáticas, sonrientes, ligeras, fieles, sutiles o estruendosas, todas han sido inventadas en tu nombre, para aflorar en el momento preciso que lo requieras, para que les pidas masajes o para golpearte con besos y manotazos.

Todas ellas son tuyas, en cuerpo y en lo que sobre o falta de él, cada una, cada hueso, cada tejido, cada célula te pertenece, porque en su totalidad, ese conjunto de mujeres ha sido creado a tu genio y gusto.

Mas aunque te pertenescan, aunque cada día que pasen sin oler tu piel se retuerzan de nostalgia, aunque ocurra todo ello, ellas se conservan cual moléculas solitarias, flotando en la vacuidad espacial, podrán explotar cada vez que lo deseen, podrán ahogarse en llanto por las horas en las que te anhelan, podrán mandarte al olvido e irse a husmear bajo otras pestañas, acurrucarse en otros brazos y follar con otro falo, pero siempre estarán espectantes por tí, por tus retornos, por tus sonrisas y tus besos irregulares, siempre estarán atentas a tu maldita manía de dirigirles la palabra cuando obre tu voluntad, pelele de discursos, incapaz de hacerlas feliz, mustio indiferente, así sucesivamente te aman de igual forma y con mayor intensidad.

Porque todas ellas son tuyas, cada trozito de sus pieles, cada matiz de sus ojos y cada pétalo de las ojeras que almacenan pensándote, todo ello es tuyo. Mas hasta ahora no puedes llevar ni siquiera a una de ellas a la cúspide orgásmica, lo que lograrías diciendo que le amas, que necesitas verle y que le hueles por las noches. Pero no, no, no, jamás lo harás, porque estás muy ocupado destruyéndonos y yo aún así te amo tanto que las palabras y el llanto me son inalcanzables, inconmensurables, te amo tanto, te amo tanto.

Y cada una de ellas, cada una de las mujeres inventadas en tu espacio y tiempo, serían capaces de abandonar todo lo que poseen y lo que no, para ir donde tú vayas, para comer lo que tú comes, para odiar lo que odies, para defecar lo que defeques, están hechas por mis manos y mis deseos para que las hieras cada día de indiferencia, de ese "no me doy cuenta".

Desde la mujer que abre como tijera los muslos multicolores hasta la que te ampararía en tus momentos febriles, la que revienta los platos en la cabeza hasta la que te espera ansiosa observando la lluvia desde la ventana, ellas te aman, te aman, cada una a su modo, del mismo sentimiento intenso y desgarrador que yo te guardo y profeso y que sólo puede aflorar en los pocos momentos de ilusiones que me brindas para luego abandonarme en la sequía eterna de tu desierto al que no pertenesco, de esos discursos de los que me encuentro tan lejana y absorta.

Somos muchas, cada una como cría recien parida esperando tus cuidados, tus lamidas, tus manos y tu sexo. Todas nosotras, disfrazadas, otras desnudas, unas turbias y otras lozanas, pero entiéndelo, te lo ruego, entiende que te amamos, que requerimos ser miradas, tocadas, olidas y comidas por tu apetito, por tu lava incandescente, por tu falta de decencia, por tu lascividad.

Le pertenecemos a tus ojos, no queremos ser libres, si libres significa vivir sin cada una de tus células, queremos ser tuyas, criminalizarnos en el abismo de tus pecados, en tu piel, en tus uñas, en tus pelos, en todo de tí, porque te amamos, te amamos tanto, tanto, que nunca la comrpensión tendrá cabida, pelmazo de neuronas catatónicas, tú, quien nos tienes aguardando en el último salón, el salón cerca a los retretes del museo gigante que habitas.

Equipaje.

Somos dos estrellas rumbo al Apocalycsis,
dos estrellas que se apagan en el camino grisáceo,
dos seres que antes fueron furiosos animales
y ahora se mimetizan en el baldío concreto.

Dos estrellas.
Hagamos el amor en todas partes.
A cualquier hora, frente a quien sea.
No hay mejor acto revolucionario,
ni mejor poesía que meterme en un revolcón contigo.
Ni mejor secuencia de ejercicios
ni más placentera terapia antidepresiva.

Hagamos el amor en todas partes,
lléname cada hueco, físico y emocional.
Hazme dar clases de gritos,
hazme dar cátedra en jadeos y gemidos.

Todo es tan bueno, tan perfecto, tan sublime
en cada movimiento vertiginoso de tu cuerpo, del mío.
Haz de mi cuerpo un poema,
sudar en verano,
calentarme en invierno.

Hagamos revueltas de nuestras partes,
enfrentemos a nuestras piernas y a nuestros brazos.

Despójate de la propiedad de tu cuerpo
y entrégamelo en aquella danza copulativa.

Hazme, hazte el amor en todas partes,
desde los parques hasta el clásico colchón de una cama,
en lo frío de las losetas, en lo punzante de un grass.

Hagamos el amor en todas partes .

Matatirutirulá



Llévame a esos lugares esta noche.
Condúceme a reírme, como aquellas veces,
a todo pulmón,
a reírme
como antes, como antes, como antes.

Límpiame los mocos y las legañas
y paga el boleto del tren de la próxima estación,
trae confitados, galletas dulces y un jugo de banana.
Te diré te quiero.
Dame descanso.
Vamos a los juegos mecánicos, diversión vanal,
ficticia para muchos, también para mi.

A mi me provoca sonreír.
Bésame la mejilla, aún no la comas.

Arráncame los ojos llorosos,
hazme gritar en la montaña rusa,
exprópiame los problemas,
las angustias y recordar que aún
soy una niña obligada a crecer en los tentáculos del pulpo.

Créeme, soy feliz,
como antes, como antes, como antes.
El encanto se le ha agotado a estas situaciones contestatarias
y yo sólo quiero volver a sonreír ahogándome de Felicidad.
Llévame a los parques,
a los jardínes de tu casa,
hazme columpiarme, persígueme en el Laberinto
y luego tómame una foto, sólo una foto con una flor en los dedos
y dime , aún, "cariño" en el revelado a blanco y negro.

Deshazte de mí,
de ese Yo aburrido y esquematizado.
Sonríeme con cosas espontáneas,
hazme una mentira.

Fabrícame, de nuevo, mi burbuja de cristal,
mi casita de chocolate azucarado.
Acompáñame en bicicleta, canta conmigo,
presúmeme,
veamos películas en el sillón rojo de tu cuarto
y cuéntame todo secreto absoluto.

Hazme niña, niña, niña.

Siempre has sido 69% adecuado y bisiesto,
de los que rara vez podemos encontrar
en los estantes de los súper-marcados.

Maas, vuelve.