Empantanadas

Estoy sentada sobre la banca de un parque, rejas alrededor, rejas verdes como prolongaciones de hierba. Ahora que me siento una bestia encerrada, una bestia con la soga desecha de tanto tensar, de tanto tirar sin haber lamido algún rayo de sol,  me sudan las manos, los poros de la nariz se dilatan y la ceja derecha se arquea o ¿es una arcada, el estómago movimiento violento, lo que se pronuncia en mi rostro? Sea lo que sea, rondan en mi mente animales muertos, no los espanto así circundan un perímetro delimitado, un pedacito de área entre mi ombligo y la colina nido de araña ave apareada pubis hueso sin nombre.

Fue hace 22 horas que el viento me trajo tu pelo para quedarte dormido, así acurrucado como cachorro descubierto al mundo, hecho un ovillo que al desenredarse se detiene en el puerto de los huecos de mi cuerpo. Aún no entiendo cómo nadas, cómo te escurres y chapoteas en mi líquido cefalorraquideo, cómo haces que mis hombros tomen forma cónica, triángulo agudo que acusa al cielo, rombo cometa de niño libre niño cristal. Ya son 23 horas de la fuga de tu pelo y aquí el asiento que encuadra la carne de las nalgas, se consumió el cigarrillo entre mis dedos como si el universo se extinguiera con tan solo intentar tomar aire para que la vida no se me apague.

Que solo quiero hablar contigo, me he dicho, pero me lo dije bajito así mi boca no se enteraría de mis intenciones no premeditadas. Que solo quiero que duermas mientras dibujas los contornos del cuerpo que aún no soy, que aún no inventas, paisajista de siluetas, destello traslúcido del alba.