Porque fue sábado, luego domingo


He de asirme de sus ojos
como si fuesen columpios matutinos
en aquel parque de olivos melancólicos.
He de asirme fuerte
adherida como animal lactante a la carne de la madre,
y sangrarme del pecho,
hecatombe de aquellos
que aman la libertad de los estados salvajes.

No me importan tus manos reducidas a mi rostro,
yo te pido solo que no atrapes el sol para alguien,
solo que me dejes la ventana silenciosa y la mirada perdida
pues hay quienes,
como yo en mis días,
que somos versos extranjeros
que no se hallan en nadie,
que no encuentran asilo en la boca de los amantes
y que han llenado las maletas de rumbos imprecisos,
de amores no olvidados
y de miedos que se obstinan a morir.