Porque fue sábado, luego domingo


He de asirme de sus ojos
como si fuesen columpios matutinos
en aquel parque de olivos melancólicos.
He de asirme fuerte
adherida como animal lactante a la carne de la madre,
y sangrarme del pecho,
hecatombe de aquellos
que aman la libertad de los estados salvajes.

No me importan tus manos reducidas a mi rostro,
yo te pido solo que no atrapes el sol para alguien,
solo que me dejes la ventana silenciosa y la mirada perdida
pues hay quienes,
como yo en mis días,
que somos versos extranjeros
que no se hallan en nadie,
que no encuentran asilo en la boca de los amantes
y que han llenado las maletas de rumbos imprecisos,
de amores no olvidados
y de miedos que se obstinan a morir.

Humedad


¿Qué había hecho yo de mí
al tocarme los muslos y sentirme excitada?

Deslizar
deslizar los dedos
desde el monte hasta las rodillas,
deslizarme como fiera boreal,
como animalillo nevado que resbala,
tundra gimiendo.

Como si corriera a la plaza,
precipitación incontenible de saliva
de mares humanos,
y abrazar a mi amante,
tan humedecida 
como leona que se ha parido a sí misma.

Aquí entre calles oscuras
la vida me abre la boca
garganta ocaso rojizo
pasadizo de humo
cigarrillo estertor vespertino.

Cómo los alientos se mezclan,
manos etéreas entrelazadas,
cómo perdonas mi ausencia
la negativa a tus gestos observar.

Caer en estado hipnótico,
tú,
péndulo multicolor que gravitas sobre mis pechos.

(inconcluso o no tan bien hecho)

Anegación de lo recírproco


No estoy pidiendo los rostros de nadie,
no deseo miradas detenidas sobre los hoyos de mi lengua.
no deseo a mis hoyos haciéndose aún más profundos
como queriendo ser reservorios de tu saliva.

Ya no tengo colores que ofrecerte
porque hoy mi cuerpo es solo objeto,
y es tan áspera tu voz
que raspa y desolla
la mejilla lado de luna que besa.



Empantanadas

Estoy sentada sobre la banca de un parque, rejas alrededor, rejas verdes como prolongaciones de hierba. Ahora que me siento una bestia encerrada, una bestia con la soga desecha de tanto tensar, de tanto tirar sin haber lamido algún rayo de sol,  me sudan las manos, los poros de la nariz se dilatan y la ceja derecha se arquea o ¿es una arcada, el estómago movimiento violento, lo que se pronuncia en mi rostro? Sea lo que sea, rondan en mi mente animales muertos, no los espanto así circundan un perímetro delimitado, un pedacito de área entre mi ombligo y la colina nido de araña ave apareada pubis hueso sin nombre.

Fue hace 22 horas que el viento me trajo tu pelo para quedarte dormido, así acurrucado como cachorro descubierto al mundo, hecho un ovillo que al desenredarse se detiene en el puerto de los huecos de mi cuerpo. Aún no entiendo cómo nadas, cómo te escurres y chapoteas en mi líquido cefalorraquideo, cómo haces que mis hombros tomen forma cónica, triángulo agudo que acusa al cielo, rombo cometa de niño libre niño cristal. Ya son 23 horas de la fuga de tu pelo y aquí el asiento que encuadra la carne de las nalgas, se consumió el cigarrillo entre mis dedos como si el universo se extinguiera con tan solo intentar tomar aire para que la vida no se me apague.

Que solo quiero hablar contigo, me he dicho, pero me lo dije bajito así mi boca no se enteraría de mis intenciones no premeditadas. Que solo quiero que duermas mientras dibujas los contornos del cuerpo que aún no soy, que aún no inventas, paisajista de siluetas, destello traslúcido del alba. 

Piérdome

No deberías temer, le dije a mis adentros, pero el miedo, esa bestia insaciable.
Es esta invasión que avanza, a la que le he dado rienda
tan suelta que se descuelga como rizo al viento dado,
que se esconde bajo las uñas
que atraviesa las alas
las bate y despluma

Espero a mi amante, mientras escribo esto,
lo espero porque sé que no ha de llegar.
no como ansias
pero él se atraganta mis sueños
serán
365 días + no puedo calcular la mitad de ello.
No puedo,
ver caer las hojas como si el viento soplara a la muerte,
acumulándose una sobre otra
como si la soledad
este vacío flotando pesara menos en compañía
Fue una habitación,
número seis
y esa manía suya de acomodar las sábanas
cada tanto la brisa olas del cuerpo
movimiento sincrónico
y yo,
araña de piernas enroscadas
cada tanto aquel estoy dentro de ti.

Pero es este olor, kimod mío,
con el que se tejen las mañanas a las tardes
para ver caer la noche con prisa

Transpiro y te deseo

Narrueño


A la Maitita no la conozco, nunca la he visto, pero a su ojo sí, a su ojo lo vi en sueños, se había caído después de volar como lo hacen los avioncitos de papel que hacemos para matar el tiempo antes de que nos disparen a la distracción, así como le dispararon a la Maitita. Extraña imagen esa. Un grave sonido, redondo lleno de eco, lleno de luz. Como si el cielo pariera y ella fuera la cría disparada desde alguna nube vaginal. No lloraba, estaba como un bultito rechondo, arqueada sobre si como ovillo a punto de deshacerse, solo se tocaba el lado derecho del rostro. Se perdió el ojo, me dije. La sangre era muy oscura, un charco costroso esparcido sobre el suelo. La Maitita estaba manchada de sí misma, yo estaba manchada de ella y la pena, esa angustia de no saberla querida, esa agudo hincón que me despertó del inconsciente cuando alguien tuvo que abrir la cuenca vacía porque la sangre, ese pegamento leñoso había cerrado la herida como si fuera una boca cosida de mala gana, como se cosen los cuerpos que nos devuelven de la morgue.

Última llamada

Partiste,
este día febril de marzo
de algún año que esperé no vivir

Hoy
que todo es más redondo
la sinuosidad de mi cuerpo se insinúa,
me toco
me presiento como pequeña cascada
que se precipita
que rompe contra la roca
contra el beso de tu boca sobre mi vientre,
loto tatuado
brazo guarida nocturna.

Hoy
la menstruación que se desprende
tejido interno inflamado de placer
el ocaso rojizo
y la vida,
latido de célula que te enciendes, explotas
y te adormeces,
ave de paso
huésped del sur


...

Recreación del desencuentro


He aquí el barro
la sombra de la que estás hecho.
Tu olor, la despedida inconclusa e infinita
tan ínfima como palabras que surcan tu lengua.
Ya dejaste de entender la vida que me otorgan las miradas
y eres ahora planta influorescente.

Iré a llenarte de mi desnudez
caudal torrentoso donde solo tú,
ermitaño ambulante de mis sueños,
te esparces
pólem
que todo destruyes
que creas y quemas

Las letras de tu nombre
el deletreo silencioso cual maldición
majini maligno que respiras coral de mi boca
Tú que todo lo ignoras sabiéndome tuya
que me otorgas tus sueños sin darme vida
que me tocas sin verme
que me ves sin desearme
que te olvidas de mí para añorarte en incendio.

.

Y digamos que
me encuentro así
como gata preñada de vacío
como dos dedos apuntando al frente,
los necesario para volarse
ya que sabe uno qué cosa,
pero sacarse algo
sea un peso
un pájaro azulado
o el labial de la bolsa

Y excesivamente preñada
con el vómito
sobrante
pendiente de los dedos
cual tiempo resbaloso
que se contrae y dilata en la pelvis
prótalo de orquídea

Route vers Mars


Te vi
ibas camino al parque
andar acompasado
sin querer te vi
camino a casa
como si te pesase la vida tanto
tanto el aire la atmósfera y la nada.

Esa pesadez tuya que ahora es tan mía

y no me detuve
y te observé yendo,
lobezno pelaje de tierra
fiera dormida y
sexuada de mí.

Habla silencio


Te asomas a la ventana, al humor vítreo de los cristales que llevo en el rostro y es posible que nades en la inmensidad del que no tiene nombre

Esta noche qué importa la construcción del discurso, la sintaxis hecha método para evitar quedarme en silencio si puedo quedarme en el silencio tuyo. En el noveno piso de este edificio, todas las luces de la ciudad para nosotras. Y te confieso, cuando era pequeña pensaba que eran luciérnagas poblando las faldas de los cerros, aún no sé si haya luciérnagas en aquellos ambientes, solo sé de tugurios, miseria hecha ilusión en la mente de infante. Inocencia ida, cómo se me ha ido la alegría de no saber atarme los zapatos, y ahora que todo lo racionalizo, que desprecio el romanticismo de las ideas, el idealismo camino truncado nulidad de acciones.

Maldita sea
Maldita sea


Y vuelvo a tu sombra, a observarme las manos sin saber qué querer de sus líneas.
A estas las dibujo yo, te digo, pero quiero que tú las leas.
Soy un libro abierto,
aún de páginas blancas, sé pitonisa y escribidora, criatura color puesta de sol naranja

Las olas.
Acá uno viviendo tan cerca al mar y sin besar sus orillas hace tanto
El rostro empapado, el maquillaje corrido y sin labial, sin las cosas banales de la vida. Pero sé que hay una diferencia, sé que hay quienes viven teniendo miedo, otros que del miedo necesitan para vivir, para saber que la tiranía del tiempo consiste en la no repetición del placer y en la prolongación con la que pintamos la desgracia.

Y te has ido
y yo, sin darme cuenta, hablando conmigo misma para sentirme menos cuerda, para escapar del exceso de átomos peso colosal, de teorías que poco explican las reacciones imprevistas del impulso.

Azar, el origen del mundo en el choque de dos miradas.


Prosopagnosis

No conozco el tono interior de tu voz susurrante,
movimiento no sincronizado de los iris tuyos ante la marea de mis manos.

Ignorancia desesperante
Uno que de gnosis solo aprehende,
que sola roza la idea que eres,
el platónico realismo de tu esencia,
de tu ser inalterable escondido cúmulo de hojas de otoño.

Y tomo esa idea vivencia olvidada,
asombro ante el mundo tuyo que se niega a develarse
y la atesoro,
te atesoro paloma caída de nubes.

Me encuentras rincón agazapada
medio ida pluma navegando en el viento,
me encuentras entre la multitud,
allí,
sinapsis detenida,
masa que traga hambre de burro
que devora insatisfecha,
dolor que se aloja entre garganta y pecho,
dolor tan hembra tan incendiario tan mío.

Pero quizás solo estoy olvidando sentir
olvidándome de mi misma,

Olvidando el tacto de mis pechos,
al placer superficie blanda continente oculto.
La misma flor y mano,
me deshojo
ausencia de néctar
para que no existas,
ave que quiere aparearse conmigo.

Para que no existas.
Oasis.
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