Crónicas de la Selva

Los bosques de Indonesia desaparecen.
Los orangutanes debemos mudarnos, ya no queda nada de casa. Tala, tala, tala, sigue talando, sigue cazando, ni los conservacionistas le devolverán la madre muerta al pequeño que vive en la guardería del refugio. Los bosques desaparecen, las autoridades nos dan dos áreas que nos permitan respirar ¿Nos reímos? No, no es un chiste. Establecen partes del territorio para sólo poder respirar, cuando hace miles de años lo que ahora es foresta talada antes era guarida tropical, lugar de danza y apareo.

Somos carne exótica, atracción de zoológico o de circo, mascota para el niño del empresario, del que paga por nuestra caza, por nuestro encierro. Los bosques de Indonesia se extinguen, nosotros con ellos, ya nada sabe a banana, ni a manzana, ni a alegre rayito solar. La sierra eléctrica sigue chasqueando, los árboles caen, los nidos se destrozan, los huevos se convierten en materia chafarrinada.

¡Croc. Crac
Zzzumm. Zass
Bum. Trac.
Koam!

Los orangutanes ya no dan soplidos de amor.

No te escuché al irte


Comeré dos plátanos.

He visto hace pocas horas la belleza de una mandarina acompañada aún de las hojas y ramitas verdes de las que fue arrancada, no he comerla antes de fotografiarla. Hoy también me convierto en maga sin vara y no abandono la idea de fumar un cigarro en nombre de mis amantes, además el peso me atormenta y no quiero que Ana vuelva tocar mi puerta sin cerrojo. Debo confesar en este interrogatorio policial, donde la policía soy yo misma, que esbozo una sonrisa ante mis olvidos lentos pero seguros, a veces, también yo requiero de certezas a pesar de ser un aborto de la Incertidumbre, pues ahora el Azar no me recibe cálidamente entre sus sábanas y me sentencia a buscar residuos en los botes de basura orgánica.


Además, recalco, que los gatos olvidan pronto, dejan de amar como un brote de amnesia, mas tienen el hábito de dar vueltas a las manzanas, menear el rabo frente a las ventanas de tus ojos y merodear las puertas de tu glande, sin embargo; en estos momentos los gatos desmenuzan tus recuerdos y se despojan de la arena que les dejaste en las patas la última vez que les diste sonrisas amorosas y mordiscos de cazador.

Ante tu olvido y mi resentimiento de niña engreída: los gatos ya no te quieren.

En esta confesión, he de agregar que me declaro feliz y sonriente al ser una princesa sin corona, sabes tú, que las joyas no van conmigo y que debido a mis movimientos de hembra en exorcismo hubiese perdido, de nuevo, la pesada diadema. Prefiero verte yo como rey en tu trono derruido, un rey de traje mal cosido, un dios dionisiaco que deja partir a su Afrodita luego de dejarla exhausta de sus arrebatos orgiásticos, sabes tú, que Afrodita Pandemos no pretende amor romántico menos aún promesas de fidelidad, pero ella te susurró con la espuma vaginal que dejaras de parlotear e hicieras del verbo “amar” acción y no sólo teoría embarrada, luego Eros podría abandonarle y escupirle en el viso como reproche a sus suspiros de Sonatina enamorada, ya hablaremos del asunto cuando esté lo necesariamente ebria, lo frenéticamente desnuda y me encuentre laxa sobre tu pecho.

Y bueno, pues, hoy te soñé, eso basta.

Chèri.

Los sueños de Cemí me hacen cosquillas, su saco blanco, su corbata con moño rosado y el sistema de audio 10.2 que pretende tener para desatar el frenesi musical mientras una copa con vino resplandece ante los rayos solares. Yo como grooppie underground que no necesita de grupo musical para ser un virus de la madrugada, le sonrío como gata la huérfana de melindres que soy en estos momentos.

"... aquel gato techero que busca un plato de leche tibia cerca de la alfombra y debajo de tu barbilla, sabes tú que no puedo ni quiero quitarme la costumbre de nómada repartidora de besos ferales, y pretendo romperte los vidrios de tu casa o llamarte ebria para que me consueles"

Cemí sabe que soy, por momentos, una "rubia de la cuarta fila", mas yo llevo la melena morena y desgarbada y como mientras escribo esto llevo 4 días sin bañarme podría espantar a cualquier pretendiente instigador que intente rodearme, mas esa es la intención y he dejado parte de mi vanidad de lado, a pesar de que mi frivolidad en estos asuntos sigue intacta y por ello continúo unida a Cemí de un modo sonriente y exento de obligaciones entre ambos. Soy un cuento de hadas sin zapatitos de cristal, sin príncipes azules que destiñen, además a mí la hada madrina me convirtió en novia oscura y dejó que me prostituyera, dipsomaniaca, por besos sin amor. Quizás sea Alicia sin país de las maravillas, la Alicia que convirtió a aquel gato de sonrisa burlona en pelota de balón mano contra ella misma.

¡Ay, Alicia, se te ha desteñido el pelo y se te ha corrido el maquillaje!

Mas Cemí, quiero yo que me ames en todas las formas que yo pudiese tomar, que ames cada forma, cada estado de ebriedad y somnolencia, así como amo yo tus olores de burguesía engreída, porque yo te amo, Cemí, te amo, de modo extraño, no como amo los tulipanes lejanos ni como amo a dioses insensibles de barro corrosible, yo te amo como niña melindrosa, como el infante ama los dulces y los olores a galletas caseras, como el anhelo a hacerte café y tostadas untadas de mantequilla, así, así te amo, como la pretensión que tengo yo de escurrirme debajo de tus sábanas, las que, a petición caprichosa, deseo sean blancas y con olor a lavanda.