Chèri.

Los sueños de Cemí me hacen cosquillas, su saco blanco, su corbata con moño rosado y el sistema de audio 10.2 que pretende tener para desatar el frenesi musical mientras una copa con vino resplandece ante los rayos solares. Yo como grooppie underground que no necesita de grupo musical para ser un virus de la madrugada, le sonrío como gata la huérfana de melindres que soy en estos momentos.

"... aquel gato techero que busca un plato de leche tibia cerca de la alfombra y debajo de tu barbilla, sabes tú que no puedo ni quiero quitarme la costumbre de nómada repartidora de besos ferales, y pretendo romperte los vidrios de tu casa o llamarte ebria para que me consueles"

Cemí sabe que soy, por momentos, una "rubia de la cuarta fila", mas yo llevo la melena morena y desgarbada y como mientras escribo esto llevo 4 días sin bañarme podría espantar a cualquier pretendiente instigador que intente rodearme, mas esa es la intención y he dejado parte de mi vanidad de lado, a pesar de que mi frivolidad en estos asuntos sigue intacta y por ello continúo unida a Cemí de un modo sonriente y exento de obligaciones entre ambos. Soy un cuento de hadas sin zapatitos de cristal, sin príncipes azules que destiñen, además a mí la hada madrina me convirtió en novia oscura y dejó que me prostituyera, dipsomaniaca, por besos sin amor. Quizás sea Alicia sin país de las maravillas, la Alicia que convirtió a aquel gato de sonrisa burlona en pelota de balón mano contra ella misma.

¡Ay, Alicia, se te ha desteñido el pelo y se te ha corrido el maquillaje!

Mas Cemí, quiero yo que me ames en todas las formas que yo pudiese tomar, que ames cada forma, cada estado de ebriedad y somnolencia, así como amo yo tus olores de burguesía engreída, porque yo te amo, Cemí, te amo, de modo extraño, no como amo los tulipanes lejanos ni como amo a dioses insensibles de barro corrosible, yo te amo como niña melindrosa, como el infante ama los dulces y los olores a galletas caseras, como el anhelo a hacerte café y tostadas untadas de mantequilla, así, así te amo, como la pretensión que tengo yo de escurrirme debajo de tus sábanas, las que, a petición caprichosa, deseo sean blancas y con olor a lavanda.

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