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Tienes dos dedos atrapados entre mi pecho.
Yo, no más brillo que el sol sobre las gafas.

El sol globo amarillo encerrado en un callejón es el único tesoro que conservo. Hoy no tengo más que vida inflamada, la –itis- tan dispersa, a veces llamada felicidad. Mediocridad mía, van a decir, con el corazón inflamado y la garganta a grito montaña en silencio. Hoy soy una montaña, un árbol en una hoja, un paso flotando hacia la calle de tu boca. Hoy no quiero más que una góndola sobre el río de la estrada. Las gafas, el sol, el ruido de la ciudad, la montaña silenciosa que llevo dentro. Y es que aquí es todo amarillo aún la luna no alumbre, a veces algo naranja chispita morada, pero tú no tienes idea de lo que hablo, porque me bastas así, tan hermoso y desnudo, tan tu boca en la mía, tanta lumbre en el vientre.

Yo amo a las lágrimas de quienes sienten, el vuelo taciturno de quienes aún sin alas vuelan. La sencillez de las risas no ahogadas, del iris così redondo luna llena de aullidos. Amo tus dedos atrapados en la guitarra de mi pecho, técnica nido de pájaro, nido de pájaro de tus cabellos.

Pequeño rayo de sol, esquina de felino crispado.