Geografía no táctil


Quería escribirte,
contarte cómo el pez se pierde en el océano,
que acá en pleno afelio la cama es húmeda
y la loma poblada de verde.

Y preguntarte, tú, en mi mismo meridiano,
con el mismo huso horario de estos relojes,
los hoy detenidos en el óxido de mis huesos,
preguntarte,
qué sucede al olvidar los nombres y las fechas,
las que quedaron tras las retinas del tordo.

Describirte
cómo mis dedos continúan arrugándose,
sumergidos en placenta matutina
y anunciarte que el año bisiesto está próximo
y mi vientre aún más páramo, aún más plano.

Acá no se ven las estrellas,
los brillos de un cuerpo quizás ahora muerto,
mas aún siento al león sobre el cráneo,
a toda la jungla iracunda y temosa en cautiverio.

Aún no sé cómo borrar los nombres de los labios,
cómo los rostros se soplan hacia los trópicos
como tú, Cáncer, apareándose con los peces.

Y escribirte
y contarte que la casa es muy grande
y largas las piernas de mi pasadizo.
Allí, donde repta la serpiente
y cambia de piel cada tanto.

(from now onwards)


Era una mañana, una naranja partida, una mujer partiendo la naranja.

La avenida enturbiada de gente, la mujer y las manchas blancas en los cabellos

la alegre melancolía de guepardo lamiendo el horizonte

el saltito de una niña que abrió la jaula

y aquí desde la ventana, la humedad azulada

el hálito gélido en los dedos

la flor de loto abriéndome la piernas.