Duke. It's all I feel



Despertó


Sólo necesitaba Jazz, un saxo llorón lleno de todo, lleno de baúl niño roto, de la voz del padre en el hipotálamo infantil. Jazz sin más consecuencias fatídicas sin convulsiones de llanto factura que erosionan los ojos mensualmente sin descuento ni crédito a plazos. La necesidad consistía, básicamente, en escuchar con los párpados bien caídos Black and Tan Fantasy, y sentir cómo la introducción del piano poseía las entrañas halaba de los muslos de los cabellos de las uñas, cómo engarruñaba cada vértebra, pétalo por pétalo, hasta dejarle como masa ósea llena de tanta pasta blanca de tanta anestesia no legalizada.

Y necesitaba Jazz porque la cocaína se le había escondido en la garganta, porque ya no se desbordaba de los oídos ni le chafarrinaba las uñas. Siete días, donde siete no significaba cuatro líneas miriópodas tres veces al día, siete era sólo el número mecha larga para prender la pólvora para esperar esquina turbulenta y decirse en tono bajito conciencia aturdida, sí, me siento alienada me siento rutina cansina de tanto esto de tanto no aquello.

Los pies no habían perdido el gusto por caminar, pero caminaban en círculo en octágono en otras ocasiones en forma pentágono pero siempre en círculo, los ojos miraban de frente a veces abajo no vaya ser que el pesimismo se olvide de uno y allí vaya uno a saber cuántas tazas con café habría que prepararse para no perder el drama de nouvelle vague. Está bien, nos vamos a reír mucho, sin sentirnos metafísicos ni metacartesianos y no sé cuanta meta metadona más, pero no vamos a perder la fosas nasales mucosa blanquecina en el intento.