Post-piernas abiertas

Hormona # 1

Sentir.
Caricia, trazo que se derrama sobre una piel.
Eyaculación de saliva en la cueva del placer.
Color de una desnudez sobre otra.
Calor desértico en la espalda del reptil.
Inyección

Pensar.
Apretar la tecla del piano,
aguda punzada sobre un vientre.
La jirafas alcanzan las ramas más altas de los árboles.
Estiro el cuello, veo sólo barrotes,
no hay hojas, no hay ramas ni soplido del viento.
Presión sobre el émbolo

Retornar.
Mirar a través de los vidrios de las ventanas móviles.
Abrazarte mentalmente en la inutilidad de las manos.
La timidez de los baños, la frialdad de las losetas.
Abre los ojos frente al espejo.
Desliz de una sustancia. Venas

Silenciar
Grito escondido debajo de las almohadas.
Se halla la vida debajo de las sábanas,
el camino indefinido a la playa.
Las serpientes duermen en las entrañas,
se enmarañan unas con otras.
Sangrado


Hormona # 2

Cierro los ojos,
pinta más sombras negras sobre mis párpados,
debe ser tiempo de dormir.
No guardo reservas de grasa amorosa,
tampoco destellos que alumbren las noches.

Deshoja mis dedos,
antes de que el invierno arribe,
antes de que las calles precipiten manadas sobre mis huesos.
Temo, a quienes nunca han de llegar,
porque pueden humedecer estas retinas.

No aguardes por besos,
la pequeña puerta se cierra en tu frente.
Ha de ser mi rencor hormonal.

Fratelitá


Una invocación a nuestras horas de brujas y de escandalosos trazos eróticos, un verso de aquellos poetas muertos que habita en nosotras, poetas que sembraron flores del mal en nuestros cuerpos en crecimiento, materia impúber que apedrea la frontera próxima de la adultez.

Porque me encuentro feliz, porque me reflejo en el espejo y logro percibirte a mi lado, porque puedo saber que nuestras temporadas compartidas entre barrotes de escuela, en el pavimento de un recreo o en el hilo de saliva de una línea telefónica conservan confesiones de deseos, conspiraciones de huída de nosotras mismas, de huída de las prisiones de embustera comodidad que nos albergan. Manos y oídos cómplices en este campo minado por pasajeros de trenes efímeros, mas tú persistes como pequeña criatura verde que sabotea reyes de asfalto.

Hoy todavía caigo de las copas de los árboles y sé que estás ahí para reírte conmigo, para reírte de mí y emprender juntas la libertad plumífera de las aves.