Mordidas no caducadas y esparcidas.
Un soplo de alquitrán sobre el rostro,
la caravana del pubis emigrando hacia los dedos,
hacia el campo donde las hormigas se adentran,
donde sus caminos expanden rizomas de violáceo deseo.


Las lágrimas también se besan, queridx, los besos se colocan, se anegan dentro de la tina de estas lágrimas brotadas entre ambientes semi-oscuros y cerrados, cortinas corridas, cenizas que colorean la dermis con la ausencia de brillo lunar.

Ahora puedes introducir tu cuerpo junto al mío dentro de estas gotas lacrimales, ahora puedes besar comisuras carmesíes y descarnadas, desvanecerte conmigo en la entrada de las cicatrices que han quedado en nuestros vientres luego de rupturas umbilicales. Las vacilaciones de mi péndulo sin tic tac se hallan en aquel agujero de tu cuerpo. El deseo que se introduce en tu ombligo, el deseo próximo a sentirse cual cordón umbilical, interpenetraciones de sabores, lloviznas de olores, ceguera de contemplaciones visuales, salivazos auditivos.

10.


Menstrúo mientras escribo esto, me percibo como materia flotando, como la banda sonora sin un director de orquesta, como una bailarina ebria que se presentó al espectáculo y olvidó la coreografía pero que continuó danzando y soltando algarabías, demás insultos, contra los hombres vestidos de frac y mujeres ataviadas de pieles que costaron no sólo papeles verdes sino, también, gritos ahogados de algún animal desollado que sólo esperaba su muerte como último suspiro de vida.

Mientras escribo esto, también me siento piel desollada, arrancada de mi propio cuerpo. Me toco, me toco, me vuelvo a tocar y logro no separarme de tus latidos que, a pesar, de su lejanía el tum tum tum persiste intacto en las cavidades de mi vientre. Mi piel, lo mismo que un río sin nombre se funde en la arena, se hace sal cantarina y sus sonrisas se transforman en cascabeles que anuncian la llegada próxima de las caricias. Mi cuerpo reverdece en el transcurso de estas noches, crea telares con figuras de animales inexistentes, inexistentes en la imaginación de Ellxs, pero tan vívidos y sensibles para nosotros como la sensación de humedad entre mi vagina y tus labios.

Mi cuerpo, la tierra maltratada por los bombardeos pasados, continúa siendo espacio de lucha cotidiana. En él no se fabrican escudos, espadas, cañones ni tanques para la lucha, en él basta contemplar cómo las ramas se expanden, las flores se excitan al abrir los capullos y los troncos se ensanchan como invitación para ser guarida de conspiraciones nocturnas de sudor y saliva amorosa y, ahí, en la contemplación, observar que es esa expansión la mejor defensa bélica en la zona autónoma de cada poro de mi piel.