He de asirme de sus ojos
como si fuesen columpios matutinos
en aquel
parque de olivos melancólicos.
He de asirme
fuerte
adherida
como animal lactante a la carne de la madre,
y sangrarme
del pecho,
hecatombe de
aquellos
que aman la
libertad de los estados salvajes.
No me
importan tus manos reducidas a mi rostro,
yo te pido
solo que no atrapes el sol para alguien,
solo que me
dejes la ventana silenciosa y la mirada perdida
pues hay
quienes,
como yo en
mis días,
que somos versos extranjeros
que no se
hallan en nadie,
que no
encuentran asilo en la boca de los
amantes
y que han
llenado las maletas de rumbos imprecisos,
de amores no
olvidados
y de miedos
que se obstinan a morir.
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