¡Zacatabum Chimchim!



A las carcajadas de Patchie

Narices rojas al desnudo.
Onomatopeyas en expansión sonora.
Dedos inquietos, risas estridentes, bailes chirriantes.

El éxito nos espanta, pantano hediondo donde percatas tu muerte cerebral y somática.

El fracaso nos seduce, nos es apetecible, el fracaso, como dulce para el infante, nos provoca. Las acciones que son catalogadas como “errores” por el tumulto de seres carentes de experiencias sexuales emocionantes y reconfortantes, son, para nosotrxs, diversión sublime, gozo inconmensurable, éxtasis multicolor.

Nos cagamos de risa con las metidas de pata y no sólo metemos los piecitos y piernitas sino que nos zambullimos con cuerpo entero y con la sonrisa de quien nos acompañe. Expresión ilimitada, besos golosos, niñxs salvajes. Nos encandila el ridículo, nos enredamos con él a punta de violáceos cosquilleos, en campos de espectros solares.

Ridículo y Fracaso nos parieron, ni hembras ni machos, sólo narices candentes, pelos alborotados, miradas cómplices y húmedos geniitales. Somos esa lozana y zumbadora confusión. Somos ese desparpajo, ese desorden radiante. Somos resplandeciente explosión caótica: Caos nunca murió, sólo anda en eterna parranda.

Como bonobos gatunos atravesamos el viento, desnudos o en disfraces carnavalescos, zapatos enormes o uñas coloridas sin ser succionadxs por grisáceos asfaltos. Gritamos, chillamos, mordemos, contagiamos, somos virus, anhelamos ser pandemia, genocidio a la rutinaria normalidad.

Como gatos bonobos nuestra existencia se resume a existir jugando. Sí, señores de seriedad descolorida, jugamos para vivir y vivimos para jugar.

Ludopatía tropical, con olor a banana y sabor de limonada azucarada.

Fracasar y del ridículo gozar.


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