Garúa




Lárguense,
cierren las puertas y ventanas,
corran las cortinas, váyanse lejos.

Déjenme acurrucada, manta rosácea vientre de madre.
No me abran los ojos a las 4 del alba
cuando ni aún los gallinazos de la azotea descubren las oscuridad de sus alas.
No me interrumpan el sueño, no me desayunen rutina.
Tantas miradas posadas sobre la cabeza
y la mente viajando tan lejana de ustedes, tan abstraída y succionada.

Tanto de nada.
Aléjense, grises carentes de fábula,
piérdanse en los senderos no recorridos,
miren el charquito de agua donde está el mundo escondido.
Dónde se ha metido el gato,
en qué calle deambulan las ramas de mi árbol,
dónde has caído de bruces y obsérvenme, toda boca luna menguante de sangre.

Desnuda, una cama,
un cuerpo extraño a mi lado,
un cuerpo,
un pedazo de carne, una lengua desconocida.
Asustadamente desnuda, asqueadamente desnuda.

Ciérrenme los ojos, arrullada susurrándome al oído,
tu nombre, tu voz medio ida medio atesorada.
Bájenme los párpados.

Todos los brazos del mundo meciéndome, cría de leopardo enjaulada.

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